UN CUENTO PARA CONTAR Y PARA ESCUCHAR

La mujer mas bella del mundo, esa que le pone a uno las patas temblerecas, esa por la cual no te haces la paja porque te da vaina, en mi caso se llama Ángela. La había visto más que la página de inicio de Google, pero nunca una palabra entre nosotros, hasta que esta belleza se sentó a mi lado en la clase de Historia de la Psicología.

Comenzamos con una que otra conversación en clase, nos prestábamos los cuadernos y me salía de clase a comprar Cocosette pa convidarle a la dama. La cosa fue mejorando cuando empezamos a estudiar fuera del horario común de clases. Como la confianza creció, tuve el valor de invitarla a comer a un restaurante de comida italiana bien caro, gracias a Dios mi tío Casimiro es el dueño del restaurante y la vaina me salió gratis nene. Si se preguntan como un guevón que se llama Casimiro es dueño de un restaurante de comida italiana, bueno, este galán de los llanos dejó preña a una bella italiana, que en un viaje de reconocimiento a el estado Apure quería aprender a ordeñar, y aprendió muy bien con mi tío.

Bueno, a lo mio. La jeva aceptó la invitación y ya estábamos con los ravioles encima, cuando apareció un mariachi colombiano con su violín tocando la canción de Titanic. La rata de mi tío lo había contratado para que la caraja se derritiera de amor por este bombón.

Algo muy extraño empezó a pasar, ¡ya era la 5ta vez que Ángela iba pal baño! Saco cuenta y las necesidades son dos, cagar y mear, sumándole el cambio femenino menstrual son tres… ¡Qué rara la vaina! diarrea no era, pues salía muy rápido y comía como una coño e’ madre. Terminamos de cenar y prendidos de tantas Smirnoff Ice decidimos irnos. Hice que pasaba la tarjeta de crédito y el marico de mi tío me dijo al oído: –Seguro no tienes 20.000 bolos cagaos guevón jajajajaja… ¡Ah! otra vaina, esa caraja si mea, ¡jajajajaja!- Me cagué de la risa y agarré a mi princesita.

Llegamos a su casa y se cumplió el sueño de cualquier hombre que ve películas gringas. La dama me dijo: “¿Quieres pasar?” No me lo podía creer y de bolas que pasé. Besos, manos y más besos era lo único que había en el cuarto donde lavaban la ropa.Trato de convencerla de seguir amándonos, es más, puse suavecito “Lluvia” de La Misma Gente en el celular y la caraja decía: –Me estás volviendo loca-. Qué dichoso yo con ese culo, lo que estaba sucediendo era casi un milagro, lo que faltaba era eliminar algunas prendas. De repente me di cuenta que si le soplaba la oreja bajaba la guardia. Pues hermanito, soplé como el lobo pa tumbar las casas de los 3 cochinitos y le tumbé toda la ropita.

Lleno de emoción me dispongo a observar el premio mayor, y ¡sorpresa! no tenía nada, era como una Barbie: lisa, lisa. Me asusto pero no digo nada, sigo soplando para disimular, hasta que le encuentro lógica a todo. Se paró tanto al baño porque hace pipi como las gallinas, es decir, caga y mea por el mismo lugar, no puede aguantar las ganas porque se le sale el orine. ¡Coño e’ la maaaaaaaadreeee! yo quería los dos platos pero me tocó conformarme, y darle por “Detroit”. No todo puede ser perfecto.

Ahora, después de esto, le podré contar a mis hijos y a mis nietos, que me cogí a la mismísima “MIONA LISA”.